¡LEE, TONTO, LEE!

«La lectura hace al hombre completo; la conversación lo hace ágil, el escribir lo hace preciso»,

Francis Bacon, escritor y filósofo.s.

Soy muy escéptico con los libros (…) Creo que, si escribiste un libro, la jodiste; debería haber sido una publicación de blog de seis párrafos”. El lince que afirma tamaña barbaridad es Sam Bankman-Fried. Inteligente, ¿verdad? Que ¿quién es? Nada menos que el exrey de las criptomonedas, CEO de FTX. O, lo que es lo mismo, “uno de los mayores defraudadores en la historia de Estados Unidos”, con actuaciones de película hasta su detención en Bahamas. Quizás, si hubiera dedicado algo de su tiempo a leer, se habría evitado este escándalo.

Pontificar la lectura es situarla en el justo lugar que la corresponde. Nos ayuda a ser mejores. A fortificar nuestro yo interior. A abrirnos a un gran tapiz de ideas para discernir y evolucionar. Confucio, hace más de 25 siglos, lo tenía muy claro: «No importa lo ocupado que piensas que estás, debes encontrar tiempo para leer, o entregarte a una ignorancia autoelegida«. 

El exrey de las criptos no sabe lo que se está perdiendo. «Un lector vive mil vidas antes de morir. El que nunca lee sólo vive una«, asevera la mente prodigiosa de George R.R. Martin. Aunque, Sam Bankman-Fried no es el único alérgico a la lectura. Le ocurre a la spice Victoria Beckham, al rapero Kanye West o al defensor de la paella de chorizo, Jamie Oliver (si hubiera leído algo se habría dado cuenta que podría haber hablado de arroz con cosas… jamás de paella).

Pero, no todo es ignorancia asumida. Elon Musk ya apuntaba maneras con solo 9 añitos. ¿Te imaginas, a esa tierna edad, devorarte la Enciclopedia Británica y dedicarle diez horas diarias a la lectura?

¿Qué representa para mí leer?:

  • Dedicarle, al menos, una hora diaria.
  • Leer me enriquece como persona.
  • Abre la mente a infinidad de pensamientos diversos.
  • Me ayuda a desconectar del quehacer diario.
  • Nos convierte en personas más empáticas.
  • La elección del libro adecuado (subjetivamente hablando) implica un noviazgo de larga duración. Y un grato recuerdo, con el tiempo.
  • Para escribir bien uno ha de ser un ávido lector.
  • La lectura previene la demencia y acompaña ciertas soledades de los últimos años de vida.
  • Uno de los grandes placeres de la lectura, es la relectura. El personaje de Bill Nighy, en Una cuestión de tiempo, explica que podía vivir cada día dos veces. Así se leyó a Dickens por completo: https://www.youtube.com/watch?v=YpzYYOSwqtw&t=124s 

Somos lo que leemos. O la ausencia de las lecturas. Lecturas que hablan de la evolución de la persona. Soy consciente de que no llego, aún, a leer 50 libros anuales como Bill Gates. Rozo la mitad. Un hábito que forma parte de mí desde la EGB. Desde aquella etapa en que pagaban con libros, ¡benditos premios!, a los ganadores de certámenes literarios.

Las primeras lecturas elegidas, por mis orígenes leoneses, me llevaron a caer rendido en la prosa y poesía de Julio Llamazares (en aquella época, con La lentitud de los bueyes y El entierro de Genarín, luego, con sus artículos firmados con su inseparable fotógrafo José Manuel Nava) o del bañezano Antonio Colinas. Posteriormente, algunos viernes de la Casa de León en Madrid se convirtieron en contacto directo con la cultura leonesa. Una embajada donde escuchar embelesado a la santísima trinidad -apodo escrito con cariño, devoción y admiración aún-: Luis Mateo Díez, José María Merino y Juan Pedro Aparicio. Y a Jesús Torbado y a Antonio Pereira… Antes de ellos, una infancia de vikingos y de mosqueteros y yanomamis venezolanos. Y del gran Julio Verne. De temas que se abrían paso en las lecturas quinceañeras del Selecciones Reader’s Digest.

Lecturas múltiples. Diversas. Gran parte, noveladas. Del Mario Vargas Llosa y Camilo José Cela de los orígenes. De Luis Martín Santos o de Carmen Laforet. De poesía de Vicente Aleixandre y de Blas de Otero. Y del soberbio Hemingway. Tom Sharpe. Miguel Ángel Asturias. Alejo Carpenter. Umberto Eco. Saint-Exupéry. Gore Vidal. Milan Kundera. Henning Mankell. John Irving. Erik Orsenna. Michael Ende. Salinger. Eduardo Mendoza. JJ Armas Marcelo. Manuel Rivas. Javier Cercas. Carlos Ruiz Zafón. Matilde Asensi. Javier Sierra. Julia Navarro. Luis Sepúlveda. Edgar Allan Poe, al que siempre regreso. Stieg Larsson. Ken Follett

A una actualidad variopinta, que se detiene en algunas novelas de John Boyne. Amor Towles. Joël Dicker. Matthew Pearl. On the Road, de Jack Kerouac. Fernando Aramburu. Arturo Pérez-Reverte (casi todo del de Cartagena, hasta sus consejos, como la lectura de La cacería, de Alejandro Paternain). Donna Tartt. Benjamin Black / John Banville. Enrique Vila-Matas. Chris Kraus. David Foenkinos. Virginia Feito. Jonas Jonsson. Fred Vargas. John Connolly. Juan Gómez-Jurado. Jean-Luc Bannalec. Jo Nesbo. Lars Kepler. Lorenzo Silva. Pierre Lemaitre. Leonardo Padura. Luca d’Andrea. Niklas Natt Och Dag. Paolo Giordano. Paul Auster. Sophie Hénaff. David Mitchell. Víctor del Árbol. Domingo Villar. Philip Kerr (y su irrepetible Bernie Gunther)… 

Autores que hablan de mí. Que configuran mi esencia, me acompañan a la lo largo de la vida y son testigos e influencers de mi propia evolución. La mía. Unos perviven para siempre.  A otros se los lleva el sumidero del olvido. Intrascendentes. “Los libros son compañeros, maestros, magos, los banqueros de los tesoros de la mente. Los libros son la humanidad en la impresión”, definía acertadamente la ganadora de dos Premios Pulitzer Bárbara Tuchman.

Libros que al pasar sus páginas te llevan a instantes vividos. Vívidos recuerdos como los de aquel güaje que leía La ciudad y los perros en el salón de la casa familiar mientras del radiocasete Grundig brotaba Forever in Blue Jeans, de Neil Diamond, y la voz más relajada del rock, JJ Cale. Aunque la tecnología nos ha depositado en los libros digitales, ¡qué gran placer abrir un libro recién impreso, oler su aún tinta reciente e ir hojeándolo hasta que te hable y te diga que es para ti! Y así comienza el baile mágico, como cuando uno se sumergió en JK Rowling. Una magia que ahora deambula por Revolución y la Breve Historia de España, de Fernando García de Cortázar, a la espera de caer rendido en breve con los Cuentos Completos de Stefan Zweig.

Porque la lectura se ha convertido en necesidad biológica. Como beber, comer o dormir. ¡Leamos, pues!

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