¿Cada día más tontos?


“El gilipollas por definición lo es de cuerpo entero.
Se es gilipollas como se es pícnico, barbero, coronel, sastre, canónigo o notario:
de una manera genérica y vocacional.”  

Francisco Alejandro Pérez Martínez, Paco Umbral, escritor, periodista, poeta, ensayista.



¿La tecnología empobrece y limita?

Los planes de estudios, las reformas educativas, ¿se encaminan hacia sociedades voto-dependientes? ¿Tontos útiles?

¿Es cierto que el coeficiente intelectual lleva más de medio siglo reduciéndose? ¿Que nos estamos volviendo más tontos?

El Centro de Investigación Económica Ragnar Frisch, de Noruega, analizó a 730.000 hombres, nacidos entre 1962 y 1991, y llegó a una rotunda conclusión, la inteligencia humana retrocede. Y muestra que los nacidos después de 1975 son cada vez menos inteligentes. Datos que no se circunscriben solo al país nórdico. Reino Unido y Estados Unidos han sufrido un descenso de entre 2 y 4 puntos cada década.

¿Los actuales dirigentes son el perfecto espejo donde se mira una sociedad con una capacidad intelectual cada vez más reducida?

Es probable.

¿A qué podemos achacar este retroceso? Según el estudio noruego de hace cinco años, vigente en la actualidad, complementado por otro más reciente, de la Universidad Northwestern, se debe a:

  • Estilo de vida, caída de los estándares nutricionales.
  • Cambios y empeoramiento en el sistema educativo.
  • Poco hábito de lectura.
  • Mayor dedicación a internet y mal uso de redes sociales y videojuegos. Si aún estás a tiempo, limita seriamente el uso de todo tipo de pantallas y muestra las consecuencias de su abuso
  • Factores ambientales, como la contaminación del aire.

«Vivimos en sociedades donde ya la inteligencia no está basada en la memorización o en los aspectos matemáticos o de vocabulario que miden los tests tradicionales, sino más bien que se vincula más con los recursos que se pueden encontrar de manera creciente en el mundo digital«, según Katherine Possin, neuropsicóloga y profesora del Centro de Memoria y Envejecimiento de la Universidad de California, en San Francisco.

La revista Intelligence, por otra parte, publicó el estudio basado en una prueba de personalidad online o Proyecto de Evaluación de Personalidad de Apertura Sintética, en el que analizaron a 400.000 estadounidenses. Mostraron un declive, con caídas en:

  • Lógica y vocabulario.
  • Resolución de problemas visuales y analogías.
  • Habilidades computacionales y matemáticas.

Según una de las autoras del estudio, Elizabeth Dworak, profesora asistente de investigación en la Universidad Northwestern, “estos resultados no significan necesariamente que los estadounidenses se estén volviendo menos inteligentes, sino que simplemente están empeorando a la hora de realizar determinado tipo de pruebas”.

Empero, este retroceso o mal endémico es plenamente observable a nuestro alrededor. O en los medios de comunicación. Ya no hablemos de la clase política reinante, que ensalza la ignorancia de manera fatua y sus acólitos sonríen y aplauden. Mientras, intentan burdamente manipular y reescribir un lenguaje que nace del pueblo. Que se adapta y modifica. Que se transforma en norma desde la base. Y que la RAE, en el caso español, adopta. El lenguaje, que fluye con naturalidad, ni puede ni debe politizarse jamás. Por más que la ignorancia mal intencionada y la tontería lo intenten. 

Y mira que la ignorancia es atrevida. Como la gilipollez, parafraseando al insigne Paco Umbral, que, por definición lo es de cuerpo entero.

¿Somos «más tontos» que nuestros padres? La psiquiatra Marian Rojas Estapé considera que “utilizamos la corteza prefrontal, adicta a experiencias vibrantes, para estimularnos desde fuera, por lo que no madura correctamente. Cuanto más utilizamos herramientas externas, más se atrofian las internas. Por eso les pide que lean un texto entero o que tengan una conversación profunda y no pueden”.

Y, tú, ¿qué observas a tu alrededor? ¿Cómo retratarías a tu entorno?

El mío, sin duda alguna, ejerce de cangrejo. Con más tontos, ignorantes y gilipollas brotando en derredor.

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